En esta noche dejo salir el demonio que habita entre los ángeles
en la canción más dulce, en el juego del sexo, cuando la piel se hace fuego,
escucho el viento de tus manos,
sosteniendo el deseo.
Porque cada día es un infierno, pequeño, certero, dedicado a tensar en cada círculo los pecados inéditos.
Extranjera del mundo, exiliada en tus ojos abiertos
soy esta ruta que se desliza en las pupilas
interminable en mi ansiedad,
por el borde del cielo.
Doy vueltas en el puente de todos los recuerdos donde te amo, atravesando la edad del tiempo.
Dame la inmensidad disfrazada en un gesto,
la huella leve de un ser en trance frente al silencio.
No pido nada más
sólo poder abrir el infinito de una noche
en el enigma frágil
de tu voz y mi cuerpo.